lunes, 11 de abril de 2011

PELEAS ENTRE HERMANOS (I)

El otro día, en un bazar, se encontraba delante de mí una mamá con dos niñas de unos 4 y 6 años. Las niñas querían que su mamá les comprase algo; al final se decidieron: una eligió un tambor y otra una flauta. Al ir a pagar, la del tambor molestaba a la hermana con un conocido soniquete “yo tengo un tambo-or, yo tengo un tambo-or”; la hermana decidió que el tambor era mejor elección y cambió su flauta por otro tambor, añadiendo “yo tambié-en yo tambié-en”. Su hermana, dispuesta a pronunciar la última palabra, sentenciaba “pero yo lo he cogido antes...”

Esta anécdota, que seguro que a casi todos nos suena, se repite con más o menos variantes en todos los hogares donde hay hermanos. Es decir, si en nuestra casa esto es el pan-nuestro-de-cada-día, que no cunda el pánico: somos una familia total y absolutamente normal.

Las relaciones entre hermanos suelen tener dos ingredientes en proporción inversamente variable: complicidad y rivalidad. Cuanto mayor sea la complicidad, menor será la rivalidad y viceversa. Los niños rivalizan, no por cosas materiales, sino por nuestro afecto. Los padres tenemos que asumir que la rivalidad entre hermanos es normal y que durará, en mayor o menor medida, toda la vida.  Nos gustaría que no fuese así, pero lo es; es una realidad que no podemos cambiar. Lo que sí podemos hacer es tratar de incrementar la complicidad para que mengüe la rivalidad y no dar pábulo a sus mutuas ofensas. Aporto algunas ideas para reducir la rivalidad:

  • No erigirnos jamás en juez o árbitro de sus disputas, aunque nos lo soliciten. Necesariamente tendríamos que dar la razón a uno o a otro lo que incrementaría la rivalidad entre ellos y haría que el agraviado quisiera vengarse o buscar una nueva ofensa para salir victorioso.
  • No intervenir cuando están discutiendo (salvo que se traspasen los límites del respeto, esto es, agresión física o verbal o abuso manifiesto). Si aguantamos un poco, seguro que encuentran alguna manera de solucionar su conflicto y dos minutos después están jugando como si nada. Cuanto menos intervengamos, menos se pelearán.
  • Evitar preguntar “¿quién ha sido?” y centrarse en lo ocurrido y en la búsqueda de soluciones. Una buena manera puede ser “no quiero saber quién ha pintado en la pared; en la pared no se pinta. Ayudadme a limpiarlo y luego leemos un cuento (o jugamos a la plastilina o vamos al parque etc.)”
  • Cuando vengan con una cascada de acusaciones mutuas, no caer en preguntas del tipo “¿y tú qué le has hecho para que te hiciera eso?” porque podríamos estar hasta el final de los tiempos tratando de averiguar quién empezó. Evidentemente siempre hubo una provocación anterior y una anterior a ésta que justifican la última ofensa que ya casi se les ha olvidado. Es preferible censurar lo que haya pasado con aseveraciones impersonales del tipo de “no se pega”, “no se quitan las cosas” etc. y proponer un cambio de actividad, sin dar cancha a sus ofensas y lamentos. Valga como ejemplo algo así como “pensaba hacer un bizcocho... ¿me ayudáis?”
  • No compararlos nunca ni jugar a ver quién acaba primero: siempre hay un vencedor y un vencido, uno que gana y otro que pierde, uno que queda por encima y otro por debajo. La comparación por parte de los padres añade, además, un elemento de inferioridad para el perdedor, de no llegar a ser lo suficientemente bueno para los padres, con lo cual la mengua de su autoestima es prácticamente segura.

Hasta aquí algunas sugerencias para disminuir la rivalidad. Aviso: no desaparecerá del todo, se mantendrá hasta la edad adulta, pero podemos intentar que sea lo más pequeña posible. 

En otra entrada hablaremos de ideas para aumentar la complicidad. A buen seguro, una combinación de ambas generará un clima mucho más agradable para todos.

8 comentarios:

  1. La verdad es que cuando una amiga me animo a que no intervenir en las peleas de mis hijos pensé que semejante ocurrencia iba a fracasar y desde la primera vez que dejé que resolvieran sus conflictos, estos han disminuido muchísimo en la misma proporción que mi malhumor.
    Probaré otras cosas que dices en el Post.
    Muchas gracias y un beso
    Yolanda

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  2. gracias por tu aporte lo tendre presente como herramienta

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  3. Hola Víctor:

    Bienvenido al blog y gracias por tu comentario. Espero que estas ideas puedan resultar de utilidad.

    Un saludo

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  4. si son de mucha ayuda soy docente de educacion especial, me dedico aniños y adolescentes sordos
    bendiciones

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  5. Hola desde Argentina:

    Yo misma comprobé cuánto cambiaron mis hijos desde que apenas leí tu post el mes pasado. Mis chicos, de 5 y 8 años, se la pasaban discute y discute por todo (quién entra primero al baño, quién se sale último del baño, quien escoge el cuento, quién alcanzó primero el juguete... ¡qué se yo! todo era motivo de disputa). Y allá andaba yo detrás de ellos tratando de mediar para que no pelearan como "buenos hermanos". Apenas es que decidí no intervenir me di cuenta que discutían menos cuando yo no estaba presente, lo cual me hizo pensar que yo, sin quererlo, empeoraba sus disputas. También observé que a los chicos les encanta discutir como entrenamiento dialéctico: el dar argumentos, rebatirlos y defender sus intereses parece que es algo que necesitan.

    Te agradezco infinito tus sugerencias, de veras que en mi casa hay menos pleitos y cuando ocurren acaban antes. Malena

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  6. que bueno Malena que logres cambios
    eso es benfisioso con los hijos ellos en las disputan se entrenan para la vida
    Bendiciones

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  7. Gracias a todos por sus comentarios. Me alegra que las ideas sugeridas puedan ser de utilidad.

    Les animo a visitar las nuevas entradas sobre "mi hijo es un mentiroso", "la iniciativa de los niños" y "¿cualidades o defectos?". Espero que también puedan aportar pistas interesantes.

    Un saludo a todos, en especial a aquellos que nos siguen desde América.

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  8. desde America del Sur, Argentina te sigo
    bendiciones

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