¡La de veces que habremos dicho esto...! Se me ocurren bastantes situaciones con visos potenciales de que acaben “como el rosario de la aurora” en cuanto a comportamiento infantil se refiere. La sala de espera del médico, la comunión de la prima, una reunión con la tutora, la compra en el súper, una comida en un restaurante, una visita y un largo etcétera. Creo que todos sabemos lo frustrante que es que el niño dé la nota y monte el numerito en el momento más inoportuno. Además, parece que nada de lo que hagamos en ese momento arregla las cosas sino que, antes bien, las empeora: ordenarle al niño lo que tiene que hacer, decirle con enfado lo mal que se está portando, pedirle por favor que se comporte, reprocharle que actúa como un bebé, amenazarle con la pérdida de no-sé-cuántos privilegios... El repertorio de recursos para ver si el niño se enmienda tiende a infinito y el resultado de que mejore su comportamiento, a cero.
Definitivamente algo hay que no funciona en lo que a “portarse bien” se refiere porque los niños entienden una cosa y los padres otra bien diferente. Cuando nosotros a nuestros hijos les decimos que “hay que portarse bien” tenemos muy claro en nuestra cabeza qué implica eso: estar callados y quietos, saludar cuando lleguemos, despedirnos cuando nos vayamos, no gritar, no correr, ser amables, no hacer rabietas, decir por favor y gracias, no interrumpir a los mayores, no tirarse por el suelo, no tocar las cosas... Sin embargo, los niños no acaban de saber a qué nos referimos los mayores cuando hablamos de “portarse bien”; ellos se portan, sencillamente, como niños, sin capacidad para discernir que la iglesia no es el parque o la sala de espera del dentista no es su casa. Algunas veces, les castigamos o reñimos a posteriori porque “no se han portado bien” en tal o cual situación y para colmo de males, en algunas ocasiones en las que han estado intratables, les preguntamos “¿cómo crees que te has portado?” y contestan convencidos “¡muy bien, mamá!”.
Hemos de tener en cuenta que dentro del concepto “portarse bien” se engloban comportamientos muy diferentes, a veces, incluso, contrapuestos. No es lo mismo “portarse bien” en el parque, en el cole, en casa, en casa de un amiguito, en el médico, en el mercado, en la iglesia, en un restaurante... Por ejemplo, es probable que en la consulta del médico el niño se tenga que desnudar, y requeriremos que “se porte bien” y se deje desvestir sin protestar, pero desnudarse en otro lugar, digamos el súper, no está igual de bien visto... Desde luego, si se le ocurre lucir sus encantos en plena calle no le aplaudiríamos precisamente por “portarse bien”, cosa que sí haríamos tras su colaboración en el médico. Conclusión que saca el niño: desnudarse... ¿está bien o mal? Lo mismo se puede decir de trepar por los juegos del parque o por los muebles del salón de la tía Rita o el delicado equilibrio entre “estar calladito” y “contestar cuando te hablen”.
Después de lo dicho, resulta fácil entender que esos “pórtate bien” o “¡qué mal te has portado!” resultan tremendamente confusos para nuestros hijos, que no saben exactamente a qué nos referimos cuando los proferimos con tono enérgico y a menudo enojado. Les resuenan ambiguos, desconcertantes y les generan inseguridad pues un comportamiento que un día y en un lugar son adecuados, encienden la ira materna o paterna si las circunstancias cambian. La solución pasa entonces por definir qué conductas concretas conlleva cada “pórtate bien” según el momento y el lugar.
A veces, a los mayores, se nos olvida que los niños son pequeños y no entienden el por qué de las cosas, no saben calcular el tiempo, no comprenden lo que sucede, se aburren... Generalmente un niño pequeño no se “porta mal” porque quiera fastidiar a su madre o a su padre, sino simplemente porque no puede “portarse bien”: la situación le supera, el aburrimiento le reconcome y no tiene la madurez suficiente como para controlar su malestar y esperar pacientemente quieto y callado hasta nueva orden. Somos nosotros, como adultos, quienes tenemos que comprender con inteligencia qué le puede pasar, cómo prevenir su malestar y cómo manejarlo en caso de aparición, sin reprocharle ni castigarle por comportarse, sencillamente, como un niño de su edad.
Me gustaría subrayar que, cuando vayamos a exponer a nuestro hijo a una situación que prevemos que para él va a ser difícil de sobrellevar y queremos que se “porte bien”, pensemos que él no ha pedido encontrarse en esa circunstancia sino que somos los adultos los que le llevamos y los que esperamos de él una serie de actitudes y comportamientos. Actuemos, pues, como adultos, entendiendo que ellos son niños y necesitan nuestra ayuda para crecer.
En la próxima entrada, hablaremos sobre estrategias prácticas para ayudar a los niños a “portarse bien”.
Muchas gracias por el artículo, me siento muy identificada. A veces les digo a mis hijos "portaos bien" y veo que me miran como preguntándose "¿qué significa exactamente portarse bien?"
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Me alegro de que te identifiques con el artículo. La verdad es que los padres tenemos muy claro lo que esperamos de ellos cuando les decimos que se porten bien, pero ellos no lo tienen tanto... Se trata pues, de comunicar las expectativas concretas en cada situación particular. En breve publicaremos otra entrada con estrategias prácticas para que se "porten bien". Espero que también pueda serte de utilidad.
Un saludo