Imaginemos que nuestro cerebro es una biblioteca. Cuando nacemos, nos dejan un edificio entero para que lo acondicionemos, hagamos todas las obras que sean necesarias y dispongamos de todos los recursos para echar a andar una biblioteca. Nos dan tres años. En ese plazo, podemos hacer maravillas. Grandes ventanales, claraboyas, mesas y sillas, estanterías por doquier, rincones de estudio, de consulta, salas para niños... ¡una cafetería! El día que nos traen los libros, cada uno tiene su lugar que hemos estado cuidadosamente preparando. No hay más que agarrarlo y llevarlo a su estante correspondiente, anotándolo en el fichero informático de última generación que nos han instalado. Así, cuando alguien desee consultarlo, lo encontraremos a la mayor brevedad y la persona tendrá un montón de espacios para disfrutar de su lectura y sacar lo mejor de él. Todo está organizado, etiquetado, claramente indicado.
Ahora imaginemos que nos dejan un edificio entero y nos dicen que mañana nos traen varios camiones de libros para que funcione como una biblioteca. ¿Os imagináis el caos? Un edificio sucio, oscuro, sin acondicionar, sin salas preparadas, sin mesas, sillas, sin ventanales... ¡sin estanterías! Tal y como nos dijeron nos descargan camiones y camiones de libros que se van amontonando por el suelo para nuestra desesperación. ¡Imaginaos cómo nos tiemblan las piernas cada vez que viene alguien a pedir un libro! ¿Alguien, de verdad, piensa que esas dos bibliotecas pueden funcionar igual? Evidentemente no. Ya no es que nosotros necesitemos más tiempo para preparar el edificio, o sea, no es que tengamos “otro ritmo”, es que es casi imposible acondicionarlo con miles de libros por medio y la gente entrando y saliendo.
Eso es lo que sucede en las cabecitas de muchos niños que sufren las llamadas “dificultades de aprendizaje” (les cuesta leer, expresarse, redactar, entender el concepto de unidades y decenas, se lían con los días de la semana, los meses del año, los tiempos verbales etc.). Esto resulta muy evidente en los niños que han sufrido abandono, institucionalización, privación, falta de estimulación, etc. durante sus primeros años. Pero muchas veces, en ambientes normalizados y familias normalizadas, preocupadas y ocupadas de sus hijos, se dan algunos cortocircuitos que están en la base de esas dificultades.
Durante esos primeros años de vida, se formatea nuestro disco duro. Nuestra estructura emocional, social y cognitiva se pone en esa primera infancia. Hoy quisiera centrarme en el aspecto cognitivo: cuáles son las bases que nuestro cerebro necesita para aprender (y para salir airosos de los retos escolares) y cómo recuperar esas lagunas.
Una casa de tres pisos
Nuestro cerebro tiene tres pisos superpuestos. El de más abajo, el más primitivo, se llama tronco del encéfalo y lo compartimos con los peces y los reptiles. Regula las funciones de supervivencia (respirar, comer, dormir, atacar, huir) que tienen mucho que ver con lo instintivo. El del medio, el sistema límbico -compartido con otros mamíferos-, es la sede de lo emocional. Por último, el neocórtex o corteza superior, es donde se realizan las funciones de la llamada “inteligencia”: hablar, entender, leer, escribir, operaciones matemáticas, razonamiento lógico, pensamiento abstracto, música, arte, investigación etc.
Siguiendo con la metáfora de la casa, si el piso 1 y el piso 2 no están bien cimentados, está claro que el piso 3 no podrá sostenerse bien. Esos cimientos de los pisos inferiores se ponen en los primeros meses y años de vida a través de la estimulación y el movimiento de los bebés. Aquellos niños que han vivido una serie de privaciones, no pueden tener los pisos 1 y 2 en condiciones de soportar un tercer piso. Así pues, si queremos ayudar a los niños a superar sus dificultades de aprendizaje, los esfuerzos deben ir dirigidos a reforzar los pisos de abajo pues, mientras no pongamos las baldosas que faltan, los conocimientos que lleguen al tercer piso (que es todo lo del cole), se seguirán cayendo al vacío -y por eso, misteriosamente, aprenden algo muy bien y al día siguiente ¡ha desaparecido!-.
¿Por dónde empezar?
Cuando venimos al mundo lo hacemos en unas condiciones de inmadurez y vulnerabilidad nada comparables a otras especies. Debido al tamaño de nuestro cerebro y a la estrecha pelvis de nuestras madres por el hecho de caminar erguidas, nacemos antes de tiempo y necesitamos meses para “acabarnos”. Así que la naturaleza nos ha dado un pack de supervivencia llamado “reflejos primarios”. Estos reflejos, son movimientos involuntarios que generan una serie de reacciones en nuestro cerebro para permitirnos sobrevivir en un mundo en el que no tenemos ni idea de qué hacer. Por ejemplo, el reflejo de Moro, por el cual, cuando el bebé siente una amenaza, alerta a su cuidador mediante el llanto -activando además unos mecanismos fisiológicos de alerta-. O el reflejo tónico asimétrico del cuello que es ése por el que los bebés extienden el brazo y la pierna cuando giran la cabeza -como aún no controlan la respiración, nuestro cuerpo necesita que nuestras vías aéreas, nariz y boca, se encuentren el camino despejado y así, cuando el bebé gira la cabeza, extiende el brazo para no quitarse el aire-. Bueno, pues estos reflejos, a medida que vamos madurando y controlando un poco más el entorno, se hacen innecesarios y van siendo sustituidos por respuestas más maduras.
Y he aquí un gran descubrimiento. Hay niños que, por la razón que sea, no han podido llegar a prescindir de esos reflejos primarios y por lo tanto, no han podido desarrollar completamente respuestas más maduras, con la consiguiente falta de maduración de otras regiones cerebrales más sofisticadas. Así nos encontramos con niños que con 7 años presentan vestigios de reflejos que tendrían que haber desaparecido en los primeros meses de vida. Y eso bloquea el desarrollo de los pisos de arriba del cerebro. Diversas investigaciones han establecido las correspondencias entre los reflejos primarios aberrantes y las dificultades de aprendizaje (GODDARD, S.: “Reflejos, aprendizaje y comportamiento”).
Frente a esto, se han puesto en marcha distintas terapias que lo que buscan es “recrear” los estímulos que tiene el bebé y que le permiten madurar esas áreas subcorticales del cerebro e integrar los reflejos, para aplicarlas a niños mayores. Sally Goddard y Peter Blythe lo hacen en Inglaterra, Doman y discípulos en Estados Unidos y Harald Bloomberg en Suecia y otros países de Europa. En mi experiencia, la terapia de integración de reflejos primitivos más eficaz es la Terapia del Movimiento Rítmico de Bloomberg. En diez-veinte minutos de ejercicios sencillos cada día durante unos cuantos meses, se van recorriendo todas las fases del desarrollo y la maduración neurológica para que esos reflejos, aún presentes, no bloqueen el desarrollo de la inteligencia. Tenéis más información en www.reflejosprimitivos.es
Lo dejo aquí por hoy, pero prometo seguir con otros aspectos como la visión, la audición y la lateralidad, que son las bases del aprendizaje. Ofreceré unas ideas teóricas básicas y propuestas terapéuticas sencillas y eficaces para ayudar a nuestros hijos en el formateo de su disco duro y en la superación de sus dificultades de aprendizaje desde la causa misma que los provoca.
¡Me he quedado alucinada! Es como si estuvieras retratando a mi hijo... Es un niño con problemas de aprendizaje, siempre iba lento para hablar, para reconocer los colores, las formas... ahora al llegar a primaria, cada día es una lucha. No se acuerda de lo que aprendió ayer, leer 1 línea es tan agotador como correr un maratón, empieza sumando y acaba restando, escribe algunos números y letras en espejo, al leer y al escribir (¡no digamos en los dictados!) se come letras o las repite... En fin, podría estar horas contándote cosas sobre él. Se lía con cosas básicas como los días de la semana, los meses del año, las estaciones. Siento que en muchos aspectos va para atrás. En el cole, la verdad, no tengo mucho apoyo de la profe, la orientadora ni lo ha visto... yo me encuentro super perdida porque ha ido a logopedia dos años pero yo veo que hay un punto en el que no avanza, me siento muy impotente, no sé cómo ayudarle.
ResponderEliminarTu artículo ha sido como un balón de oxígeno, no sé qué ha podido fallar con mi hijo, pero hay algo que le sucede y que nadie me sabe explicar y que tal vez tenga que ver con lo que tú dices.
¿Puedo hablar contigo, me puedes ayudar? Es lo único que me ha dado luz desde hace meses.
Perdón por la parrafada, pero necesitaba desahogarme. Gracias.
Pilar
Hola Pilar:
EliminarGracias por tu comentario y por todo lo que expresas acerca del artículo. Me alegro de que pueda ser de ayuda.
El desarrollo de un niño es un proceso muy complejo, en el que hay muchos pasos que deben darse para que el crecimiento, en todos los sentidos, esté equilibrado. A veces no depende de lo que hayan hecho o no los padres; simplemente ocurre. Pueden ser cosas de lo más simple, como catarros y otitis, niños que no han gateado o no se han arrastrado... A veces ni siquiera sabemos cuál fue el desencadenante, pero lo cierto es que queda alguna laguna que no permite que vaya madurando el cerebro de un modo adecuado y al no poderse realizar ciertos procesos, esa laguna va siendo cada vez más grande (es lo que tú dices de que "va para atrás").
Normalmente, estos aspectos más primitivos del desarrollo no se suelen tener en cuenta a la hora de hacer una valoración de un niño con dificultades de aprendizaje y tampoco se consideran al programar una intervención, por lo que siempre se suelen quedar huecos en el fondo que van reapareciendo de una forma u otra. Debes de saber que, en general, no tiene nada que ver con la capacidad intelectual de los niños -que suele ser igual o superior a la media-.
Por suerte, existen propuestas novedosas que buscan solucionar el problema de aprendizaje desde la causa que lo produce, no sólo desde las consecuencias que tiene, aunque este tipo de intervenciones es aún bastante desconocido en nuestro país.
Por supuesto, si quieres tratar el tema más en profundidad, me puedes escribir un mail a educaraloshijos@gmail.com y te responderé encantada.
Un abrazo,
Beatriz
¡Magnífico! Está super bien explicado... Me ha encantado, se lo voy a pasar al tutor de mi hija a ver si salimos del hoyo. Me apunto los datos para la terapia del movimiento rítmico.
EliminarEspero con ansiedad la segunda parte.
¡gracias, gracias, gracias!
Un abrazo,
Marisa
Holaa Marisa:
EliminarGracias a ti por tu comentario, me alegro que te haya gustado y espero que pueda ser útil para el tutor de tu hija.
En breve seguiré publicando sobre el tema.
Un abrazo,
Beatriz
Hola:
ResponderEliminarhe llegado aquí por una amiga que me ha pasado el link y llevo un buen rato leyendo, leyendo, leyendo... Me han gustado mucho todos los artículos porque los veo muy prácticos.
Mi hijo es todavía muy pequeño (está en 1º de infantil) pero no habla casi nada y hay veces que no sé si comprende bien. Yo veo a los otros niños que saben muchas cosas (¡algunos saben muchísimas!) y el mío es como si no registrara la información o... no sé. El pediatra dice que no me agobie, que cada niño tiene su ritmo, pero no sé que hacer. Le han hecho pruebas y parece que oye bien. En el cole va muy muy flojito, me dicen que es normal, que el primer año es así pero no me quedo tranquila.
Tu artículo me ha servido mucho y no sé si puedo hacer algo más con mi hijo.
Gracias.
Hola Susana:
EliminarBienvenida Me alegro de que te hayan gustado los artículos y que te hayan parecido prácticos. Con esa idea están hechos.
Respecto a lo que comentas de tu hijo, creo que es importante que lo vea un especialista. El oír bien no es suficiente, también hay que ser capaz de discriminar bien los sonidos, integrarlos correctamente, interpretarlos y poder reproducirlos. Te recomendaría que no te quedaras sólo con los resultados de la audiometría tonal sino que hicieras también una audiometría vocal. Un examen de reflejos primitivos, por ejemplo, también puede ayudar a explicar qué está pasando y ofrecer una intervención adecuada.
En cualquier caso, no te quedes sólo con que "hay que darle tiempo"; hay que dárselo pero, a la vez, hay que poner remedio para que las lagunas que tiene ahora no vayan a más sino a menos.
Espero haberte ayudado. Para cualquier cuestión, puedes escribirme a educaraloshijos@gmail.com
Te mando un abrazo,
Beatriz
GRACIAS POR EXPLICARLO DE UNA FORMA TAN SENCILLA
ResponderEliminarGRACIAS POR COMPARTIR TUS EXPERIENCIAS Y CONOCIMIENTO
GRACIAS!!
Eva... GRACIAS a ti.
ResponderEliminarUn beso,
Beatriz
Estupendo tu blog!! Soy médico de familia y trabajo como pediatra de atención primaria. He iniciado un blog para dar respuesta a dudas de madres y me gustaría copiar en él algunos de tus artículos, que me parecen excepcionalmente claros y bien planteados, por supuesto enlazando a tu blog. Te dejo enlace a mi blog por si te apetece echarle un vistazo y ya decides si me das permiso. http://nacerlactaramar.blogspot.com.es/ Un saludo!!
ResponderEliminarHola Teresa,
EliminarEncantada de saludarte y bienvenida. Gracias por lo que comentas del blog; mi objetivo es tratar de ayudar a los papás a entender qué sucece en las cabecitas de sus hijos y por qué tienen determinados comportamientos. Por supuesto, puedes copiar en tu blog los artículos que te resulten de interés siempre que incluyas la fuente y el enlace.
Me encantará pasarme por tu blog. Con ese nombre tan precioso seguro que tiene contenidos de lo más sugerentes.
Te mando un abrazo,
Beatriz