Hace unos días atendía a una madre preocupada, entre otras cosas, por la falta de responsabilidad de su hija preadolescente ante los estudios. Olvidaba apuntar las tareas, no traía los materiales a casa, decía que había terminado los deberes cuando no los había hecho, no entregaba los trabajos y un largo etcétera. Después de hablar de algunos otros factores, le pregunté acerca de cuáles eran las responsabilidades de la niña en casa.
– ¿En casa? - me preguntó sorprendida.
– En casa, sí, me refiero a cuáles son sus obligaciones “domésticas”... -aclaré.
– Su única obligación es estudiar!- respondió- ¡Está liberada de todo con tal de que estudie!
Más allá de evaluar aspectos neuropsicológicos y emocionales que pueden estar en el origen de su falta de responsabilidad en los estudios, me gustaría centrarme hoy en las obligaciones de los hijos.
Nuestra tarea como padres es la de preparar a los hijos para desenvolverse en la vida de una manera lo más equilibrada, madura y feliz posible. Y eso, inevitablemente, pasa por ser personas responsables. Nuestros hijos gozan, en términos generales, de amplios márgenes de libertad dentro de unos límites de seguridad y contención que los padres tenemos que brindarles. Pero la otra cara de la moneda de la libertad es la responsabilidad. Nuestros hijos son parte de una familia en la que nada cae del cielo: desde el dinero que entra en casa para comer, estudiar, ir al cine o tener una wii, hasta la ropa que llega lavada y planchada al armario, todo se realiza con el esfuerzo y la responsabilidad de alguien -normalmente los padres-. En medio de este contexto, los hijos necesitan tener responsabilidades sobre sus hombros para tener los pies en el suelo (evidentemente, el peso de la responsabilidad dependerá de la edad, madurez y capacidad del crío). Hace poco, una niña de 8 años me decía que para qué iba a hacer ella la cama si a su casa iba una señora y se la hacía. Poco importa aquí si se trata de una empleada de hogar o de su propia madre. La cuestión es que la niña no se siente en la responsabilidad de hacer algo que otra persona hace por ella. Más allá del debate de qué edad es la apropiada para que un niño haga su cama –o cualquier otra cosa-, el tema de fondo es cómo cultivar la responsabilidad en los hijos.
No es sino hasta la adolescencia que nuestros hijos empiezan a tener una conciencia moral que les permite reflexionar sobre sus propios actos. Me explico: un niño de dos años, recogerá sus juguetes (a su manera) porque es lo que le agrada a mamá; uno de diez, lo hará porque se lo manda mamá; uno de quince lo hará porque considerará que es su responsabilidad. Pero para que pueda llegar a la adolescencia despertándose en él esta moral autónoma y florecer una actitud responsable y madura, es necesario que desde niños hayamos cultivado este sentido de la responsabilidad.
¿Qué tareas pueden ser exigidas a los hijos?
La respuesta variará dependiendo de un sinfín de factores como la edad y madurez de los hijos o la organización familiar, pero señalemos aquí algunas:
– Hacer la cama, recoger su ropa (o llevarla a lavar), ordenar sus cosas.
– Poner y / o quitar la mesa.
– Llevar su plato a la cocina, al fregadero o al lavaplatos.
– Dar de comer al perro.
– Ayudar a tender o destender.
– Sacar los platos del lavaplatos.
– Limpiar el lavabo (o el baño entero).
– Repartir la ropa planchada.
– Comprar el pan.
– Bajar la basura.
¿Cómo se hace?
Si a nuestro hijo nunca le hemos exigido determinadas tareas domésticas, no podemos ponerle todas de golpe; habrá que ir poco a poco. Empezar con sus cosas: su cama, su ropa, sus libros, su plato. Una vez conseguido que sea responsable en sus cosas, implicarle en cosas que son de todos. En cuanto a los pasos concretos, vamos a aportar algunas ideas:
– Sentarnos con él en un clima lo más amable posible -no de reproche sino de complicidad- y decirle que papá y mamá, además de trabajar fuera de casa, cuando llegamos a casa tenemos que poner la lavadora, hacer la cena, planchar, limpiar y necesitamos su ayuda (en general todos respondemos bien cuando nos piden ayuda y peor cuando nos imponen algo de manera unilateral).
– Exponerle aquella tarea o tareas que queremos que haga a partir de ahora: “Necesito que, a partir de mañana, te hagas tu cama todos los días”. NOTA: al principio lo mejor será poner tareas que tenga que hacer cuando nosotros podamos estar presentes.
– Decirle cuándo y cómo esperamos que lo haga y, si es pertinente, abrir un debate con él al respecto: “Creo que lo mejor es que la hagas nada más levantarte. ¿Qué opinas tú?”.
– Cada día y durante un tiempo prudencial, cuando tenga que llevar a cabo su nueva responsabilidad, recordárselo: “Buenos días, mi amor, te recuerdo que necesito que hagas tu cama nada más levantarte”. Será preciso estar “encima” unos cuantos días hasta que lo interiorice. Mantener la calma y utilizar estrategias no violentas de comunicación: “la cama” (sin más).
– Cuando lleve a cabo su tarea, no corregir los errores detrás de él ni reprocharle que no lo ha hecho bien sino hacerle ver que valoramos el que lo haya realizado.
– Si no lo hace, no hacerlo nosotros por él. Si podemos, hacernos presentes y decirles que estamos esperando a que lo haga: “estoy esperando a que hagas tu cama, tal y como habíamos quedado”.
– Para aquellas cosas que no ha hecho nunca, será necesario que le enseñemos a hacerlas (para nosotros puede parecer obvio cómo se hace una cama, cómo se tiende la ropa o cómo se pone la mesa, pero para un niño no lo es)
– Es evidente que muchas tareas al principio nos darán más trabajo del que nos quitarán porque no sabrán hacerlas, tardarán mucho tiempo, lo harán regular... Paciencia. Si les hacemos ver que valoramos su esfuerzo y su contribución a la causa familiar irán mejorando poco a poco.
– Para aquellos niños más difíciles o aquellas tareas que les cuesten más, se puede condicionar el disfrute de algo (paga, wii, cromos, TV...) al cumplimiento de sus obligaciones. Según la madurez del niño se puede hacer en el mismo día o diferido al cumplimiento de sus responsabilidades a lo largo de una semana.
– Suele resultar muy útil realizar un cuadrante en el que se recojan las tareas de todos los miembros de la familia, y colocarlo en un lugar visible (la cocina, por ejemplo). Eso ayuda a ver que todos somos responsables de la marcha de la casa, todos tenemos obligaciones que cumplir y todos pueden confrontarnos nuestra falta de colaboración. Institucionalizar un momento en el que se pueda ir comprobando la realización de las tareas de todos y cada uno en la familia, puede suponer un aliciente para que todos se sientan llamados a ser cada vez más responsables.
Las responsabilidades nos ayudan a ser responsables. “Liberar” de obligaciones a nuestros hijos “para que estudien” no les hace más responsables sino menos. Exigirles su participación en determinadas cuestiones domésticas no les quita tiempo de estudiar, les ayuda a organizarse.
Espero que estas sencillas ideas os hayan resultado de utilidad. ¿Cuál es vuestra experiencia con las responsabilidades de los hijos?
Muy buena entrada!! Es un tema en el que tengo que encontrar la manera de hacerlo, soy muy perfeccionista y desesperada, vaya combinación para una madre, entonces paso haciendo todo yo para que quede hecho a mi gusto y rápido, esto último es de terror, la paciencia cada vez se aleja más de mi vida!! Pero hoy me hiciste reflexionar, me voy a armar de paciencia y empezaré a delegar pequeñas tareas. Te mando un abrazote!!!
ResponderEliminarHola Alejandra:
EliminarGracias por tu comentario. La verdad es que a veces resulta difícil contenerse porque los niños son lentos y hacen las cosas "a su estilo"; viviendo en un mundo en el que nos falta tiempo realmente resulta más práctico hacerlo una misma. Pero hay que verlo como una inversión: una inversión en ellos y su sentido de la corresponsabilidad y una inversión en la familia, porque a medio y largo plazo su contribución será una gran ayuda para la organización y el funcionamiento familiar.
Abrazos transocenánicos,
Beatriz
Me encanta tu blog, tiene posts muy interesantes, desde luego que las cositas importantes se ensenan de muy pequenos, sisempre los vemos ninos pero siempre nos sorprenden con su inteligencia. Mi problema es que tengo tres y me la acaban liando parda je pero estoy muy orgullosa de ellos
ResponderEliminarHola Elena:
ResponderEliminarMil gracias por tus visitas y tus comentarios. Me alegro de que te guste el blog. La verdad es que con tres hay que emplearse más a fondo para llegar a todo y a todos... Coincido contigo al 100% que los niños siempre nos sorprenden y nos dan la oportunidad de descubrir cosas en nosotros que creíamos olvidadas.
Te mando un abrazo,
Beatriz
¡Cuanta razón tienes! Nunca lo había pensado, es verdad que eximimos a los niños de hacer tareas en casa con tal de que estudien, y al final ni hacen tareas ni estudian... es cuestión de organizarse bien. Yo también tengo tres y a diario lo único que les pido en cuanto a tareas del hogar es que preparen su mochila y su carpeta, que pongan la ropa para lavar y que se limpien los zapatos. Tienen 6, 8 y 10. El resto del tiempo se va en deberes y duchas y un ratito pequeño de juego libre. Y me cuesta un montón, ponen pegas a todo y casi todas las tardes acabo enfadada con la paciencia agotada :(. Gracias por tu blog. María
ResponderEliminarHola María:
EliminarGracias a ti por tu comentario. Te entiendo bien: el tiempo no es algo que abunde en nuestra vida ni la de nuestros hijos y con tres a la vez es muy difícil llegar a todo y que en la tarde-noche sigamos con el karma bien puesto. Creo que el hecho de que tus hijos tengan sus pequeñas responsabilidades como las que mencionas, es un paso muy importante. A partir de aquí es ver qué otras cosas se les pueden ir exigiendo que no supongan una gran merma de su tiempo pero que les ayuden a ir madurando (y a nosotros nos irán ayudando también en la organización familiar).
Cuando hay varios hijos, los cuadrantes en los que se recogen las responsabilidades de cada uno (también alguna de mamá y papá) o el disfrute de algo condicionado al cumplimiento de sus tareas, suele dar buen resultado. También puede ayudar el tener responsabilidades compartidas entre los hermanos.
Un abrazo,
Beatriz
Gracias por tu respuesta, aprovecho para pedir un consejillo: ¿qué pasa si no cumplen con su encargo? En mi caso nada, lo hago yo y ya está... pero me gustaría que ellos tuvieran alguna consecuencia. Por ejemplo, si no se limpian los zapatos, pues que nadie lo haga. Y que vayan con los zapatos sucios... pero eso a ellos les da exactamente lo mismo, de hecho, al ser chicos, no creen que esten sucios en absoluto! Y si no se hacen la cama y se queda todo el día sin hacer, a ellos les da igual, pero yo me subo por las paredes! En fin, ¿alguna idea?
EliminarHola María:
ResponderEliminarEfectivamente, cuando no cumplen con su encargo debe haber consecuencias. El hecho de que no haya nada estipulado favorece la situación que tú describes tan bien: ellos no lo hacen y les da igual, tú lo acabas haciendo por ellos y eso te irrita y te enoja, pero no soluciona nada.
Frente a eso, hay que procurar no implicarnos emocionalmente, tomar distancia. Sé que no es fácil; es un proceso que al principio puede costar un poco porque no estamos acostumbrados a él, pero a ver si con estas pistas te va bien:
1.- Reflexiona: ¿qué ocurre si tú te saltas un semáforo? Te ponen una multa que tienes que pagar. ¿Qué ocurre si tus hijos no llevan la tarea? La profe les pone un negativo, un cero o los deja sin recreo (o lo que sea). Pero ni el policía ni la profe se "mosquean". Evidentemente no lo hacen porque no existe un vínculo afectivo pero, además, porque están explicitadas y claras tanto la conducta como la consecuencia.
2.- Habla con tu pareja y hablad con los chicos qué esperáis de ellos y cuál va a ser la consecuencia. Funciona mejor en positivo, me explico: a lo largo del día tienen que hacer X cosas(cama, tarea, ropa, zapatos, mochila...). Si al final del día han cumplido sus obligaciones pueden... (ver dibujos, jugar a la play, ganar un cromo, conseguir parte de su paga etc. Algo que verdaderamente deseen).
3.- Haced un cuadrante y ponedlo en la nevera. Incluíd tareas vuestras (poner la lavadora, hacer la cena...). Después de cenar y antes de irse a la cama, se revisa si cada uno ha hecho sus cosas (puedes incluir cosas diferentes para cada uno o rotar los días...) y se señala. Se puede señalar un tiempo para cumplir con su obligación (p.ej., no vale hacerse la cama a las 9 de la noche; si no está hecha antes de ir al cole, la hace mamá pero a ellos les cuenta como "no hecho"). Esto ayuda mucho a objetivar responsabilidades y, por lo tanto, a evitar nuestro mosqueo.
Es importante ser realistas y creativos, ver realmente qué se le puede exigir a cada uno en función de su madurez e imaginar herramientas y medios que estimulen la responsabilidad.
Espero que alguna de estas ideas te pueda ayudar.
Un abrazo,
Beatriz
hola,
ResponderEliminartengo problema con mi niña de 10 años es muy apuesta con sus obligaciones en la casa pero estoy muy preocupada por que no me esta rindiendo en el colegio, no participa en clase tiene baja nota aunque cuando le ponen tareas de investigacion se ve muy atenta a quererla hacer no se que pasa. Que me recomienda?
Hola Anónimo,
EliminarResulta muy difícil darte una orientación sin conocer a la niña. A la edad que tiene y dada su colaboración en otros aspectos familiares (obligaciones en casa) es muy probable que la falta de rendimiento en el colegio se deba a alguna pequeña dificultad de aprendizaje y no a una desmotivación por los estudios (lateralidad cruzada, déficit de atención, dislexia etc). No sé dónde vives, pero te recomendaría que te pusieras en contacto con algún profesional de tu zona que trabaje en cuestiones específicas de dificultades de aprendizaje. Desde mi punto de vista, cuando existen dificultades lo más efectivo son las terapias de reorganización neurológica (TMR, Brain Gym, entrenamiento auditivo, terapia visual etc.).
Un saludo,
Beatriz
Bueno, Tienes que dedicarle mas tiempo a tu hija, estar con ella en sus estudios , compartir varias atividades con tu hija y asi le balla bien el dia a tu niña!.
EliminarGracias por una entrada tan sencilla, y tan fácil de poner en práctica. Ha llegado en un momento idóneo de nuestra vida.
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