A continuación reproduzco un artículo sobre ADOPCIÓN Y APRENDIZAJE que he tenido el gusto y el honor de publicar en el primer número de la REVISTA FAMILIA Y ADOPCIÓN. Habrá partes que os suenen puesto que algunos fragmentos ya han sido
publicados en este blog. Éste que acompaño es el texto íntegro. Para quienes no lo conozcáis, el INSTITUTO FAMILIA Y ADOPCIÓN es una entidad integrada por profesionales de distintos ramos -a quienes les une en su mayoría el hecho de ser padres o hijos adoptivos-, cuyo objetivo es el de asesorar y apoyar a las familias adoptivas en sus diferentes necesidades. Para acceder a la totalidad de la revista, podéis hacer clic aquí. Creo que es una publicación de gran interés para familias adoptivas y os animo a todos a conocerla.
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Es frecuente que los
hijos adoptados, al llegar a casa, muestren grandes avances en muchos
aspectos. El aprendizaje de la nueva lengua, por ejemplo, suele ser
de los más llamativos. Sin embargo ocurre que al empezar la
escuela, o al comienzo de la educación primaria, nos encontramos con
que pueden existir retrocesos, con que los maestros nos comunican que
los niños no avanzan al ritmo de sus compañeros, que van con
retraso, que muestran dificultades para adquirir ciertas habilidades
o que manifiestan lagunas que, según va pasando el tiempo, van
creciendo. Al principio nos dijeron que cada niño tiene su ritmo,
que era cuestión de tiempo, que los niños son esponjas. Con el
devenir de los cursos académicos, los retos escolares se van
haciendo cada vez más complejos y aquel niño activo y espabilado se
va quedando rezagado, a pesar del mucho esfuerzo suyo y de su
familia. Es entonces cuando empiezan a surgir los diagnósticos y
las etiquetas y cuando aflora el concepto de “dificultades de
aprendizaje”. Es entonces, también, cuando los padres nos
encontramos desorientados y contra las cuerdas de un sistema
educativo poco flexible y que a menudo carece de herramientas para
ayudar a nuestros hijos.
¿Qué son las
dificultades de aprendizaje?
Por dificultades de
aprendizaje entendemos un grupo
heterogéneo de alteraciones que constituyen un obstáculo
para que el niño, cuya capacidad intelectual se encuentra dentro de
los parámetros de la normalidad, consiga la adquisición de las
habilidades, destrezas y conocimientos necesarios para afrontar con
éxito los retos escolares.
Así nos encontramos con
niños que, a pesar de saberse las letras tienen dificultades para
conseguir leer o para hacerlo con fluidez, muestran una escasa
comprensión lectora, segmentan mal las palabras (juntan o separan
incorrectamente), no entienden los conceptos de unidades y decenas,
tienen despistes en la aritmética combinando sumas y restas en una
misma operación, se muestran incapaces de aprehender conceptos
abstractos, confunden el uso de los contrarios, de los adjetivos, de
los verbos, de las preposiciones, no consiguen dominar las
coordenadas espacio-temporales (delante, detrás, hoy, ayer, mañana,
días, meses, años, estaciones...), se les olvida inexplicablemente
lo aprendido y un largo etcétera que seguro que bulle en estos
momentos en la cabeza de muchos lectores.
¿Todos los niños
adoptados tienen dificultades de aprendizaje?
Las dificultades de
aprendizaje tienen mucho que ver, como explicaremos a continuación,
con la estructuración del cerebro. Esta estructuración se adquiere
desde el periodo prenatal y se extiende, aproximadamente, hasta los
seis años de edad. Todo lo que haya ocurrido en ese tiempo va a
influir en la configuración de la mente para aprender, por lo que
las circunstancias que haya vivido cada niño van a condicionar su
forma de aprender y la aparición, o no, de dificultades de
aprendizaje. En general, no obstante, podemos afirmar que niños que
han vivido abandono, institucionalización o cualquier tipo de malos
tratos (incluyo aquí los de tipo afectivo-emocional) sufrirán en
mayor o menor medida las consecuencias de esa privación en su
primera infancia que se traducirán, entre otros aspectos, en
dificultades de aprendizaje.
¿Cómo se organiza el
cerebro para aprender?
Imaginemos que nuestro
cerebro es una biblioteca. Cuando nacemos, nos dejan un edificio
entero para que lo acondicionemos, hagamos todas las obras que sean
necesarias y dispongamos de todos los recursos para echar a andar una
biblioteca. Nos dan tres años. En ese plazo, podemos hacer
maravillas. Grandes ventanales, claraboyas, mesas y sillas,
estanterías por doquier, rincones de estudio, de consulta, salas
para niños... ¡una cafetería! El día que nos traen los libros,
cada uno tiene su lugar que hemos estado cuidadosamente preparando.
No hay más que agarrarlo y llevarlo a su estante correspondiente,
anotándolo en el fichero informático de última generación que nos
han instalado. Así, cuando alguien desee consultarlo, lo
encontraremos a la mayor brevedad y la persona tendrá un montón de
espacios para disfrutar de su lectura y sacar lo mejor de él. Todo
está organizado, etiquetado, claramente indicado.
Ahora imaginemos otro
caso: nos dejan un edificio entero y nos dicen que mañana nos traen
varios camiones de libros para que lo hagamos funcionar como una
biblioteca. ¿Os imagináis el caos? Un edificio sucio, oscuro, sin
acondicionar, sin salas preparadas, sin mesas, sillas, ni
ventanales... ¡sin estanterías! Tal y como nos dijeron nos
descargan camiones y camiones de libros que se van amontonando por el
suelo para nuestra desesperación. ¡Imaginaos cómo nos tiemblan
las piernas cada vez que viene alguien a pedir un libro! ¿Alguien,
de verdad, piensa que esas dos bibliotecas pueden rendir igual?
El hecho de que esta
última biblioteca no funcione como se espera, ¿significa que somos
malos bibliotecarios? Evidentemente no. ¿Es que no tenemos
capacidad para gestionar adecuadamente una biblioteca con la misma
eficiencia que otros? No tiene porqué. ¿Es que somos más lentos
o tenemos otro ritmo? No necesariamente. Lo que ocurre es que el
punto de partida es radicalmente distinto. La relación entre tiempo
de preparación y recursos en uno y otro caso, es incomparable, por
lo que resulta de todo punto injusto comparar, valga la redundancia,
el rendimiento de ambas como si las condiciones primeras hubieran
sido iguales.
Este desajuste entre
tiempo y oportunidades para organizar el cerebro para aprender, es lo
que sucede en las cabecitas de muchos niños que sufren las llamadas
“dificultades de aprendizaje” . No es que no tengan capacidad,
es que no han disfrutado de los recursos necesarios para prepararse.
Un cerebro con tres
pisos
Nuestro
cerebro tiene tres pisos, uno encima del otro. El de más abajo, el
más primitivo, se llama tronco del encéfalo y lo compartimos con
los peces y los reptiles. Regula las funciones de supervivencia
(respirar, comer, dormir, atacar, huir) que tienen mucho que ver con
lo instintivo. El del medio, el sistema límbico -compartido con
otros mamíferos-, es la sede del mundo emocional. Por último, el
neocórtex o corteza superior, es donde se realizan las funciones de
la llamada “inteligencia”: hablar, entender, leer, escribir,
realizar operaciones matemáticas, desarrollar el razonamiento
lógico, elaborar el pensamiento abstracto, interpretar música,
crear obras artísticas, poner en marcha la investigación etc.
Utilizando
una metáfora, si nuestro cerebro fuera una casa, resulta claro que
si el piso 1 y el piso 2 no están bien cimentados, el piso 3 no
podrá sostenerse bien. Es decir, si el tronco del encéfalo y el
sistema límbico no están lo suficientemente maduros, no se puede
desarrollar de modo adecuado el neocórtex. Esos cimientos de los
pisos inferiores, del tronco del encéfalo y el sistema límbico, se
ponen en los primeros meses y años de vida a través de la
estimulación y el movimiento de los bebés. Aquellos niños que han
vivido una serie de privaciones no pueden tener los pisos primero y
segundo en condiciones de soportar un tercer piso. Así pues, si
queremos ayudar a los niños a superar sus dificultades de
aprendizaje, los esfuerzos deben ir dirigidos a reforzar los pisos de
abajo pues, mientras no pongamos las baldosas que faltan, los
conocimientos que lleguen al tercer piso (todos
los contenidos escolares),
se seguirán cayendo al vacío -y por eso, misteriosamente, aprenden
algo muy bien y al día siguiente ¡ha desaparecido!-.
El
andamiaje inicial
Cuando
venimos al mundo lo hacemos en unas condiciones de inmadurez y
vulnerabilidad nada comparables a otras especies. Debido al tamaño
de nuestro cerebro y a la estrecha pelvis de nuestras madres por el
hecho de caminar erguidas, nacemos antes de tiempo y necesitamos
meses para “acabarnos”. Para valernos en ese tiempo, la
naturaleza nos ha dado un pack de supervivencia llamado “reflejos
primarios”. Estos reflejos son movimientos involuntarios que
generan una serie de reacciones en nuestro cerebro para permitirnos
sobrevivir en un mundo en el que no tenemos ni idea de qué hacer.
Por ejemplo, el reflejo tónico asimétrico del cuello que es aquél
por el que los bebés extienden el brazo y la pierna cuando giran la
cabeza -como aún no tienen control sobre la respiración, su cuerpo
necesita que sus vías aéreas, nariz y boca, se encuentren el camino
despejado y así, cuando el bebé gira la cabeza, extiende el brazo
para no quitarse el aire-. Bueno, pues estos reflejos, a medida que
vamos madurando y conociendo mejor el entorno, se hacen innecesarios
y van siendo sustituidos por respuestas voluntarias más maduras,
regidas por otros centros cerebrales más sofisticados.
Y he
aquí un gran descubrimiento. Aquellos niños que no han tenido un
entorno normalizado en esos primeros meses y años, no han podido
llegar a prescindir de esos reflejos primarios y por lo tanto, no han
podido desarrollar completamente respuestas más maduras, con la
consiguiente falta de maduración de otras regiones cerebrales
superiores. Así nos encontramos con niños que con 7 años
presentan vestigios de reflejos que tendrían que haber desaparecido
en los primeros meses de vida. Y esa presencia bloquea el desarrollo
de los pisos de arriba del cerebro. Diversas investigaciones han
establecido las correspondencias entre los reflejos primarios
aberrantes y las dificultades de aprendizaje.
Frente
a esto, se han puesto en marcha distintas terapias que lo que buscan
es “recrear” los estímulos que tiene el bebé y que le permiten
madurar esas áreas subcorticales del cerebro e integrar los
reflejos, para aplicarlas a niños mayores. Sally Goddard y Peter
Blythe lo hacen en Inglaterra, Doman y discípulos en Estados Unidos
y Harald Bloomberg en Suecia y otros países de Europa.
Los sentidos: nuestras
ventanas hacia el mundo
Además
de la integración de los reflejos primarios es imprescindible que
otros factores neuropsicológicos, que constituyen las bases del
aprendizaje, gocen de una perfecta funcionalidad. Me explico: todo
lo que percibimos del mundo exterior, lo hacemos a través de los
sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto y el
movimiento. Toda esta información sensorial -que además se da de
modo simultáneo- tiene que entrar ordenadamente y colocarse en su
correspondiente lugar para poder ser interpretada. Volviendo a la
imagen de la biblioteca: si tenemos estanterías para guardar los
libros, todo estará en orden y funcionará bien; si no tenemos
medios adecuados para su organización, nos sumiremos en un caos que
irá in crescendo.
Es decir, si el sistema visual, auditivo, táctil..., están
correctamente desarrollados, los estímulos provenientes del mundo
exterior podrán interpretarse, almacenarse y relacionarse dentro de
nuestra cabeza con facilidad. Pero si no lo están, la información
del exterior no va a poder integrarse ni ser utilizada, sino que se
convertirá en un bombardeo imposible de manejar. Esa preparación
del cerebro para integrar los estímulos tiene lugar, nuevamente, en
los primeros meses y años de vida. Por lo tanto, aquellos niños
que han carecido de un entorno normalizado que les permitiera
organizar su cabecita para entender el mundo, pueden estar sufriendo
problemas de integración sensorial que les dificulten el
procesamiento adecuado de la información.
Junto con eso, el funcionamiento de los sistemas auditivo, visual y
vestibular debe de ser impecable para poder enfrentarse con éxito a
los aprendizajes escolares. Y aquí quiero hacer una precisión: no
se trata sólo de oír dentro de los umbrales normales de audición.
Es imprescindible que el oído esté “bien sintonizado” en todas
las frecuencias para poder discriminar los sonidos del lenguaje. Con
respecto a la vista, no es suficiente con ver bien o con llevar
gafas, si es el caso. Es necesario que nuestra cabeza interprete
correctamente la información visual. Por su parte, la lateralidad
tiene que estar establecida antes de entrar a la etapa de educación
primaria y problemas de organización lateral tales como
ambidextrismo, lateralidad sin definir o lateralidad cruzada han de
solucionarse para que se puedan desarrollar aprendizajes como la
lectura, la escritura, las matemáticas o la orientación
espacio-temporal.
¿Qué se puede hacer?
Hasta
aquí hemos expuesto una somera explicación de las causas de las
dificultades de aprendizaje. Sin embargo, no podemos quedarnos sólo
en saber por qué se producen. Es fundamental conocer qué se puede
hacer para solucionar los problemas de aprendizaje desde el origen
mismo de sus causas y no sólo desde los síntomas que presentan.
Si
bien el abanico de terapias es grande y excede el objetivo de este
artículo, no podemos dejar de hacer mención a las siguientes:
- Terapia de Movimiento Rítmico y reflejos primitivos.
- Terapia de Integración Sensorial.
- Entrenamiento Visual y Auditivo.
- Programas de reeducación de la lateralidad.
- Programa de desarrollo neuromotor y táctil.
En
cualquier caso, será necesario que un especialista en la materia
valore las dificultades específicas y determine un programa
personalizado de intervención neuropsicológica para la superación
de los problemas de aprendizaje. Requiere tiempo y perseverancia,
pero los resultados merecen la pena.
Buenísimo Beatriz!! Qué emoción saberte en la revista, ya la leí completita, está super interesante. Siempre me encanta leerte, precisamente con esta entrada nos cambiaste la vida a nosotros, supimos que había un camino para superar estas dificultades. Te mando un abrazote y mil felicidades!!
ResponderEliminarHola Alejandra:
ResponderEliminar¡Qué gusto saber de ti! Felicidades a ustedes y sobre todo a tu niña por todos los avances que están haciendo. Me alegra mucho que te guste la revista... En unas semanas tendremos una tertulia on-line sobre estos temas. Un abrazote enorme de vuelta. Beatriz
Hola,
ResponderEliminarMe llamo Carmen, soy maestra y tengo mucho interés en saber más sobre este tema. Tengo en mi clase un niño adoptado y lo veo reflejado en muchas de las cosas que comenta Vd. en su artículo. No sé qué podré hacer yo o qué se podrá hacer desde el aula pero de lo que sí me he dado cuenta es de que todo lo que he estudiado y toda la experiencia acumulada, no me están sirviendo para poder ayudarle. Me siento desorientada y desbordada y me da la impresión de que los padres también.
Agradecería mucho cualquier orientación.
Muchas gracias. Carmen (Madrid)
Hola Carmen,
ResponderEliminarEfectivamente, como tú dices, los niños adoptados muchas veces presentan dificultades que no responden a lo que hasta ahora hemos aprendido o puesto en práctica y que nos ha servido para resolver otros casos de niños no adoptados. Yo te recomendaría que buscaras en tu ciudad un profesional especialista en temas de adopción. Desde hace unos meses, existe el Instituto Familia y Adopción, donde también te pueden asesorar. Si necesitas más información, puedes escribirme a educaraloshijos@gmail.com.
Un saludo,
Beatriz
Muchas gracias. Si no te importa, te voy a escribir a la dirección que me das. Carmen.
ResponderEliminarHola Beatriz, me parece muy importante la información que nos das, gracias! y te sigo leyendo : )
ResponderEliminarHola Mónica:
EliminarBienvenida y gracias. Seguimos en contacto,
Beatriz
He llegado a tu blog tarde y me encanta Ahora me pasa como con otros blogs , cuando se habla de adopcion se igual a problemas. Y mi pregunta es y cuando tu hija adoptada es mas lista de lo normal, sabe leer desde primero de infantil, por que y cito palabras textuales de ella, solo,hay que fijarse, Para saber sumar , regar leer, escribir....leer las horas, habla se su adopcion con cinco años de una manera increíble, como teniendo todo totalmente asumido. A veces me da miedo oírla hablar de su madre y padre de China, tb habla de el, de sus hermanos de China de los que dice, es como Dios mama se que existen casi seguro pero no puedo verlos. Quizás nunca pueda. En fin que no se muy bien que hacer con ella. Una psicóloga amiga me dice que eso que llevo por delante pero a mi a veces me da miedo o es que hemos tenido una suerte enorme con ella.
ResponderEliminarhola yo tengo una niña adoptada de 5 años que vino con uno, y mi problema no es el aprendizaje si su comportamiento ella en general es buena pero se frusta facilmente y explota en rabieta de una hora tirada gritando pataleando brazos mama solo mama la vas a coger y no quere que me dejes que me cojas asi y con agresiva
ResponderEliminarHola anónimo,
EliminarBienvenida y gracias por tu testimonio. Esta situación que describes suele ser frecuente en niños adoptados en quienes, por muy pequeños que fueran cuando llegaron a nosotros, encontramos heridas muy profundas. Estas rabietas tan desbordantes como las que tú relatas, ante las que no sabemos cómo actuar, son una manifestación de su dolor y su rabia que no encuentra una manera más madura de expresión.
Yo te sugeriría que te pusieras en contacto con algún profesional especializado en adopción que pudiera orientarte en el caso concreto de tu hija. Seguro que él te podrá ofrecer comprensión, apoyo y orientación para ayudarte a entender lo que ocurre y para adquirir herramientas concretas que os ayuden a ambas a superar estos episodios.
Un abrazo,
Beatriz