lunes, 13 de febrero de 2012

LAS RESPONSABILIDADES DE LOS HIJOS

Hace unos días atendía a una madre preocupada, entre otras cosas, por la falta de responsabilidad de su hija preadolescente ante los estudios.  Olvidaba apuntar las tareas, no traía los materiales a casa, decía que había terminado los deberes cuando no los había hecho, no entregaba los trabajos y un largo etcétera.  Después de hablar de algunos otros factores, le pregunté acerca de cuáles eran las responsabilidades de la niña en casa. 

        ¿En casa? - me preguntó sorprendida.
    En casa, sí, me refiero  a cuáles son sus obligaciones “domésticas”... -aclaré.
      Su única obligación es estudiar!- respondió- ¡Está liberada de todo con tal de que estudie!

Más allá de evaluar aspectos neuropsicológicos y emocionales que pueden estar en el origen de su falta de responsabilidad en los estudios, me gustaría centrarme hoy en las obligaciones de los hijos.

Nuestra tarea como padres es la de preparar a los hijos para desenvolverse en la vida de una manera lo más equilibrada, madura y feliz posible.  Y eso, inevitablemente, pasa por ser personas responsables.  Nuestros hijos gozan, en términos generales, de amplios márgenes de libertad dentro de unos límites de seguridad y contención que los padres tenemos que brindarles.  Pero la otra cara de la moneda de la libertad es la responsabilidad.  Nuestros hijos son parte de una familia en la que nada cae del cielo: desde el dinero que entra en casa para comer, estudiar, ir al cine o tener una wii, hasta la ropa que llega lavada y planchada al armario, todo se realiza con el esfuerzo y la responsabilidad de alguien -normalmente los padres-.  En medio de este contexto, los hijos necesitan tener responsabilidades sobre sus hombros para tener los pies en el suelo (evidentemente, el peso de la responsabilidad dependerá de la edad, madurez y capacidad del crío).    Hace poco, una niña de 8 años me decía que para qué iba a hacer ella la cama si a su casa iba una señora y se la hacía.  Poco importa aquí si se trata de una empleada de hogar o de su propia madre.  La cuestión es que la niña no se siente en la responsabilidad de  hacer algo que otra persona hace por ella.  Más allá del debate de qué edad es la apropiada para que un niño haga su cama –o cualquier otra cosa-, el tema de fondo es cómo cultivar la responsabilidad en los hijos.

No es sino hasta la adolescencia que nuestros hijos empiezan a tener una conciencia moral que les permite reflexionar sobre sus propios actos.  Me explico: un niño de dos años, recogerá sus juguetes (a su manera) porque es lo que le agrada a mamá; uno de diez, lo hará porque se lo manda mamá; uno de quince lo hará porque considerará que es su responsabilidad.  Pero para que pueda llegar a la adolescencia despertándose en él esta moral autónoma y florecer una actitud responsable y madura, es necesario que desde niños hayamos cultivado este sentido de la responsabilidad.

¿Qué tareas pueden ser exigidas a los hijos?

La respuesta variará dependiendo de un sinfín de factores como la edad y madurez de los hijos o la organización familiar, pero señalemos aquí algunas:

        Hacer la cama, recoger su ropa (o llevarla a lavar), ordenar sus cosas.
        Poner y / o quitar la mesa.
        Llevar su plato a la cocina, al fregadero o al lavaplatos.
        Dar de comer al perro.
        Ayudar a tender o destender.
        Sacar los platos del lavaplatos.
        Limpiar el lavabo (o el baño entero).
        Repartir la ropa planchada.
        Comprar el pan.
        Bajar la basura.


¿Cómo se hace?

Si a nuestro hijo nunca le hemos exigido determinadas tareas domésticas, no podemos ponerle todas de golpe; habrá que ir poco a poco.  Empezar con sus cosas: su cama, su ropa, sus libros, su plato.  Una vez conseguido que sea responsable en sus cosas, implicarle en cosas que son de todos.  En cuanto a los pasos concretos, vamos a aportar algunas ideas:

        Sentarnos con él en un clima lo más amable posible -no de reproche sino de complicidad- y decirle que papá y mamá, además de trabajar fuera de casa, cuando llegamos a casa tenemos que poner la lavadora, hacer la cena, planchar, limpiar y necesitamos su ayuda (en general todos respondemos bien cuando nos piden ayuda y peor cuando nos imponen algo de manera unilateral).
        Exponerle aquella tarea o tareas que queremos que haga a partir de ahora: “Necesito que, a partir de mañana, te hagas tu cama todos los días”.  NOTA: al principio lo mejor será poner tareas que tenga que hacer cuando nosotros podamos estar presentes.
        Decirle cuándo y cómo esperamos que lo haga y, si es pertinente, abrir un debate con él al respecto: “Creo que lo mejor es que la hagas nada más levantarte.  ¿Qué opinas tú?”.
        Cada día y durante un tiempo prudencial, cuando tenga que llevar a cabo su nueva responsabilidad, recordárselo: “Buenos días, mi amor, te recuerdo que necesito que hagas tu cama nada más levantarte”.  Será preciso estar “encima” unos cuantos días hasta que lo interiorice.  Mantener la calma y utilizar estrategias no violentas de comunicación: “la cama” (sin más).
        Cuando lleve a cabo su tarea, no corregir los errores detrás de él ni reprocharle que no lo ha hecho bien sino hacerle ver que valoramos el que lo haya realizado.
        Si no lo hace, no hacerlo nosotros por él.  Si podemos, hacernos presentes y decirles que estamos esperando a que lo haga: “estoy esperando a que hagas tu cama, tal y como habíamos quedado”.
        Para aquellas cosas que no ha hecho nunca, será necesario que le enseñemos a hacerlas (para nosotros puede parecer obvio cómo se hace una cama, cómo se tiende la ropa o cómo se pone la mesa, pero para un niño no lo es)
        Es evidente que muchas tareas al principio nos darán más trabajo del que nos quitarán porque no sabrán hacerlas, tardarán mucho tiempo, lo harán regular...  Paciencia.  Si les hacemos ver que valoramos su esfuerzo y su contribución a la causa familiar irán mejorando poco a poco.
        Para aquellos niños más difíciles o aquellas tareas que les cuesten más, se puede condicionar el disfrute de algo (paga, wii, cromos, TV...) al cumplimiento de sus obligaciones.  Según la madurez del niño se puede hacer en el mismo día o diferido al cumplimiento de sus responsabilidades a lo largo de una semana.
        Suele resultar muy útil realizar un cuadrante en el que se recojan las tareas de todos los miembros de la familia, y colocarlo en un lugar visible (la cocina, por ejemplo).  Eso ayuda a ver que todos somos responsables de la marcha de la casa, todos tenemos obligaciones que cumplir y todos pueden confrontarnos nuestra falta de colaboración.  Institucionalizar un momento en el que se pueda ir comprobando la realización de las tareas de todos y cada uno en la familia, puede suponer un aliciente para que todos se sientan llamados a ser cada vez más responsables.

Las responsabilidades nos ayudan a ser responsables.  “Liberar” de obligaciones a nuestros hijos “para que estudien” no les hace más responsables sino menos.  Exigirles su participación en determinadas cuestiones domésticas no les quita tiempo de estudiar, les ayuda a organizarse. 

Espero que estas sencillas ideas os hayan resultado de utilidad.  ¿Cuál es vuestra experiencia con las responsabilidades de los hijos?