martes, 30 de julio de 2013

LA IMPORTANCIA DEL CONTACTO FÍSICO PARA EL BEBÉ



Preparando una próxima publicación sobre el impacto neurológico del abandono, me he reencontrado con los famosos experimentos de Harlow acerca de las necesidades de los monos rhesus recién nacidos. En su experimento, Harlow toma a un monito recién nacido y lo coloca en una jaula con una mamá mono de felpa y con una mamá mono de alambre. La madre de alambre tiene biberón, mientras que la de felpa no presenta modo alguno de alimentar al bebé. ¿Con quién diríais que prefiere estar el bebé?





 
El bebé se decanta sin ninguna duda por la madre de felpa y sólo cuando le acucia el hambre acude a la madre de alambre para alimentarse. ¡Algunos de estos monos incluso fueron capaces de alcanzar el biberón sin llegar a perder contacto físico con la madre de felpa, agarrándose a ella por los pies! Los monos llegaban a pasar hasta 22 y 23 horas al día con su madre de felpa quien, a pesar de no ser capaz de alimentarlos, les ofrecía la seguridad que necesitaban a través del contacto físico.

Podemos imaginarnos, entonces, hasta qué punto los bebés humanos necesitan del contacto con su madre para su bienestar. Lo que no es tan fácil de imaginar es el tremendo efecto que posee la falta de dicho contacto en la organización neurológica de los bebés y las devastadoras consecuencias que tiene para el bebé a nivel físico, emocional, cognitivo y social, a medio y largo plazo.

Esta estimulación táctil que ofrece el regazo materno, junto con la estimulación vestibular que proporciona la madre a través del movimiento (y que Harlow también evidenció en otro experimento) es imprescindible para el adecuado desarrollo de estructuras cerebrales clave en el desarrollo, el aprendizaje, la atención, la estabilidad emocional y la competencia social y así lo evidencian un buen número de estudios científicos.

La conclusión no puede ser más clara: mamás, papás, tomad en brazos a los niños, achuchadlos, besadlos, acunadlos, mecedlos, cantadles nanas, jugad con ellos, sonreídles, llevadlos en fulares o portabebés, dormid con ellos, ignorad con elegancia a quienes dicen que se malacostumbrarán... Está en juego su desarrollo cerebral, su equilibrio psico-afectivo y su felicidad.