¿Qué es el TDA/H?
El TDA/H viene siendo una
alteración en el lóbulo frontal del cerebro, que es el que se
encarga de funciones como el autocontrol, el mantenimiento de la
atención, la planificación o la integración entre pensamiento y
emoción. Hay niños diagnosticados con un TDA/H de tipo inatento,
de tipo hiperactivo-impulsivo o de tipo combinado (inatento e
hiperactivo). Sin embargo, muchos niños con síntomas de falta de
atención o con un exceso de movimiento o falta de autocontrol son
diagnosticados erróneamente como hiperactivos cuando la realidad de
sus cabecitas es otra. Yo suelo explicárselo a los padres
recurriendo a una metáfora.
Imaginemos que el cerebro
es una orquesta y que el lóbulo frontal es el director. Él es
quien se encarga de decir qué instrumento tiene que tocar en cada
momento, cuáles tienen que guardar silencio, cuándo hay que tocar
forte y cuándo pianissimo.
Pues bien, imaginemos, entonces, que la orquesta suena fatal y que,
lejos de tocar una armoniosa melodía, la música dista mucho de ser
celestial. Automáticamente se culpa al director de orquesta por
negligencia, por no saber dirigir a sus músicos para que interpreten
correctamente la pieza musical.
Y
sin embargo, cuando vamos a observar detenidamente la orquesta, nos
encontramos con falta de músicos, con instrumentos rotos o
desafinados, con partituras incompletas..., por lo que a nadie se le
escapa que, con semejantes carencias sea imposible tocar bien.
Evidentemente, la culpa de que la música suene mal no es del
director sino de una orquesta mal dotada.
Esto
es lo que sucede en muchos niños diagnosticados de TDA/H. Cuando
nos detenemos a observar cómo está organizada su cabecita nos
encontramos con déficits a nivel de procesamiento auditivo, visual,
táctil, con dificultades en las áreas de control motriz, con
reflejos primarios aún presentes, con lateralidad mal definida, con
una funcionalidad insuficiente del cuerpo calloso... en definitiva,
con una inmadurez en el sistema nervioso central que le imposibilita
al lóbulo frontal la realización de su trabajo.
Pongamos
un ejemplo: se dice a un niño que es disperso -inatento,
hiperactivo- porque es incapaz de mantener la atención en clase, que
está a todo menos a lo que dice el profesor, que le interesa más el
camión que pasa por la calle o la silla que se mueve en el piso de
arriba que la explicación de las restas con llevadas. A veces
incluso, se le diagnostica como TDA/H y se le medica con
psicofármacos (!). Y sin embargo, cuando se realiza un estudio de
su procesamiento auditivo resulta que tiene una hipersensibilidad
auditiva que hace que perciba cualquier sonido de manera amplificada
y por lo tanto, escucha el pájaro de la calle o el compañero
revolviendo en el estuche como si los tuviera encima de su mesa. Y
por eso, su foco de atención cambia constantemente. Si a eso
añadimos -como suele ser frecuente- un reflejo de Moro no integrado
que hace que los estímulos los perciba como amenazantes, el
resultado será un niño hipervigilante y con serias dificultades
para centrar la atención. Pero no porque no quiera ni porque su
lóbulo frontal no funcione (o sea, porque tenga un TDA/H) sino
porque existe una seria inmadurez en su sistema nervioso para
organizar la información, procesarla y dar una respuesta congruente.
¿Qué
hacer?
Pues
en estos casos, al igual que haríamos con la orquesta, ir analizando
qué falta y en qué medida y, entonces, dárselo. Habría que hacer
una evaluación neuropsicológica que vaya revisando cada una de las
regiones de su cerebro para ver si existe madurez suficiente o no y,
en este último caso, diseñar un programa de estimulación que
permita el desarrollo de aquellas áreas inmaduras. Es decir, sería
revisar los instrumentos, afinar los desafinados, poner las cuerdas
que faltan, completar las partituras, hacer venir a todos los
músicos... y entonces, comprobar si la orquesta puede tocar
armoniosamente.
Por
suerte, en un altísimo porcentaje de niños diagnosticados como
TDA/H, tras una intervención de reorganización neurológica, los
niños pueden prescindir de la medicación (aquellos que la
estuvieran tomando) y dejan de tener la etiqueta de hiperactivos. Su
comportamiento y su rendimiento escolar se normalizan y con ello su
autoestima y sus relaciones sociales mejoran. Eso sí, requiere el
esfuerzo diario por parte de niños y padres pero obtienen la
satisfacción de conseguir interpretar una maravillosa melodía.